Jan Brueghel copia aquí con precisión una obra muy popular de su padre, Pieter el Viejo, de mediados del siglo XVI. Rompe con el arte de la Edad Media y el gusto italiano por el Renacimiento, para representar el mundo campesino.
La composición ovalada y la armoniosa distribución cromática acompañan el movimiento vertiginoso de los personajes. Un punto de vista elevado por encima de los personajes le permite dominar todo el festejo. En este cuadro, cada detalle contribuye a materializar la impresión de vitalidad y de alegría de vivir, destacada mediante este festejo nupcial y la celebración de la fecundidad futura. Extremadamente minucioso, el artista se esmera en el dibujo de las fisonomías, los ropajes y la vegetación, que proporciona un auténtico marco incomparable a la escena. La recién casada, vestida de negro y sentada frente al espectador, se distingue por la corona nupcial atada a un trapo sobre su cabeza. Parece esperar sin alegría a que su marido cuente el dinero de la dote. Algunas parejas se besan y abrazan, o bailan al son de la gaita.
Mediante una representación festiva, Pieter el Viejo, y aquí Jan Brueghel, cronistas del mundo campesino, denuncian las costumbres de su época: la lujuria, la bebida, el dinero y la gaita ciertamente aluden a los vicios de humanidad.