El cuadro que está contemplando es obra de Pedro Pablo Rubens. Artista de genio, se le considera el último gran pintor del Renacimiento, y a la vez el primer artista barroco de su época.
Ya en vida, Rubens fue conocido por sobresalir en todos los géneros pictóricos, incluida la pintura religiosa, como demuestra esta composición que ilustra el milagro de San Justo. Según la lista de los santos mártires reconocidos por la Iglesia en el Martyrologium Romanum, San Justo de Beauvais fue decapitado a los nueve años por negarse a revelar el lugar donde se escondían su padre y su tío durante las persecuciones de los cristianos en tiempos de Diocleciano.
Rubens decide representar el momento del milagro, es decir el instante en que la familia del niño sale de su escondite y ve cómo lleva en las manos su propia cabeza, que sigue proclamando su fe cristiana. Las miradas y gestos de asombro confirman la imprescindible intervención divina y el estatus de mártir del joven. Este tema, auténtico espejo del culto a los santos alentado por la Reforma católica, fue encargado en 1629 por Balthazar II Moretus para decorar una iglesia de Amberes que precisamente conservaba la reliquia de la cabeza de San Justo.