¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!
Los pintores de las Escuelas del Norte llevaron a la perfección los cuadros de vanidades, unos bodegones de carácter moralizante. Con este cuadro, el pintor Cornelis Nobertus Gysbrechts, maestro del trampantojo, intenta hacernos reflexionar sobre la vanidad de las actividades terrenales. La macabra presencia de una calavera desdentada demasiado expresiva es una alusión al carácter transitorio y fugaz de la vida humana, así como la de los relojes de arena y de bolsillo, dos objetos que sirven para medir el tiempo. Las telas y los objetos de materiales preciosos, suntuosamente representados, hacen referencia a la vanidad de la riqueza y el poder, mientras los instrumentos de música y la copa de vino volcada reflejan la de los placeres.
En el extremo izquierdo, la flauta hace alusión a las seducciones del amor y sus placeres efímeros. Por fortuna, el cuadro también evoca la esperanza de la salvación, a través de las espigas de trigo, que representan la resurrección y la vida eterna. La hora de la muerte no asusta a quien ha llevado una vida virtuosa en la tierra. Los espectadores de la época conocían a la perfección todos los símbolos utilizados, gracias a los Libros de emblemas, y descifraban cómodamente la intención moral de la obra.